Axón Karen o el autobús del fin del mundo

Por Ioshio Hd.

(Escuchando: Tool)
 

Era evidente que aquí se seguía sosteniendo un fragmento, quizá más con gusto que con mesura, o quizá con un poco de ambas cosas, de los varios mensajes que había formulado entre los encuentros con Axón Karen. En estos días recordaba de la última plática que habíamos tenido: 

– Con el tiempo las intenciones cambian, y seguirán cambiando, igual que nuestras conexiones en las neuronas – decía ella

También recordaba aquellas intenciones mientras la musiquilla delicada de Tool nos acompañaba en mis auriculares y caminábamos hacía una parada de autobús –Un recurso intrínseco en esta historia que, siguiendo un poco el ejemplo del arma de Chejov, en algún momento tendría que pasar uno y llevarnos– Mientras tanto Axón Karen me preguntaba sobre si alguna vez había conocido a alguien que tuviera sueños recurrentes, como soñar varias veces a una misma persona 

– No. Pero anoche soñé con el fin del mundo – le dije

– ¿Y cómo era? – me preguntó

 – Tenebroso, como visión de un anciano que lo ha visto todo. Visiones de antiguas civilizaciones y donde ánimas iluminadas por una luz celestial andaban como perdidas, eso es… –pensé de momento– Como aquel fragmento de La rima del anciano marinero de Coleridge –le dije  

– ¿Y cómo te sentiste por la mañana?

– Igual que el personaje: me desperté convertido en un hombre más triste y más sabio –sentencié observando la lejanía del camino por el que debería pasar nuestro autobús, el cual parecía estar tardando más de lo habitual, aunque ya habían pasado otros cinco que no iban a nuestro destino. Así que, luego de un rato los únicos que estaban debajo de una caseta, que daba un poco de sombra, éramos Axón Karen y yo.  Enseguida ella me preguntó: 

– Si tuvieras oportunidad de verlo, ¿qué música te gustaría estar escuchando? 

– ¿Ver qué? – le pregunté

– Pues el fin del mundo 

– Pero si ya lo soñé, ¿para qué querría volver a verlo? 

Estaba seguro de que tenía que pasar el autobús en algún momento, aunque para entonces ya me estaba desesperando un poco. Incluso atemorizando un poco. No por la compañía de Axón Karen, sino porque ya no pasaban en ese momento ni siquiera algunas personas. Era como si hubieran dado una alarma de emergencia para que todos se refugiaran en algún lugar seguro, y nosotros no nos hubiéramos enterado. Enseguida Axón Karen volteó a verme directamente a los ojos y me dijo: – ¿Sabes que en los ojos llevamos escrito el fin del mundo?, solo tienes que observar detalladamente la iridiscencia en la mirada de otra persona para darte cuenta de que es lo más parecido a ello. Es una sensación que te traslada a un cosmos en movimiento, pero que a diferencia de la materia, este se crea y se destruye. 

Me quedé largo tiempo pensando en ello, o al menos el tiempo suficiente para que llegara un autobús y lo abordamos. Al final no supe bien que responderle a lo que me dijo, así que solo agregué que a mí me gustaría estar escuchando Tool mientras observara el fin del mundo

– Aun así, soñar con el fin del mundo debe ser interesante –dijo ella– Yo solamente te preguntaba, porque tengo un amigo que conocí tiempo atrás y que vive fuera de esta ciudad; pero él me escribe de vez en cuando y me explica que ha tenido sueños recurrentes en donde yo aparezco y él está conmigo, pero de una manera casi tan cercana a la realidad que cuando despierta siente haber vivido y no soñado esa experiencia. Dice que todo eso es como completar un pasado inventado por sus sueños. Yo no lo veo así o quizá no entiendo del todo la interpretación, pero ¿te imaginas soñándonos en medio del fin del mundo? Qué locura, ¿no crees?” 

El autobús en ese instante se detuvo como esperando a que alguien más lo abordara. Ahí me di cuenta de que los únicos que estábamos dentro éramos Axón Karen y yo. Más el chofer, pero tampoco a esta altura recuerdo haber visto un chofer, aunque tenía que haberlo. Lo que me resultó más inquietante enseguida fue que no podía recordar a dónde exactamente es que íbamos. Al preguntárselo a Axón Karen, ella me respondió: –Yo tampoco lo sé. 

Y  eso fue lo último que recuerdo habernos dicho antes de despedirnos. 

Ahora en ocasiones solo pienso: si de estar viendo los ojos de Axón Karen, escuchando la música de Tool, se pudiera ver el fin del mundo de otra manera.