Imagen: Danya Soto / Texto: Jón Jamesson
Un blog tiene muchos usos, es cierto, pero suena un tanto obvio que si tengo un blog es porque me gusta escribir, y así es, lo disfruto mucho, pero en este post no quiero hablar sobre eso, sino me gustaría tocar el tema de las libretas.
Soy todo un pseudo escritor, y eso es porque me encanta escribir, pero curiosamente no me salen las palabras cuando quiero escribir a mano, todo lo que escribo ha sido parido por mi teclado, por más que quiera no me resulta fácil acomodar mis ideas y plasmarlas en el papel.
Pero aún sucediendo esto encuentro irresistibles a las libretas, siempre que veo una que me gusta la compro, el papel me encanta, pero nada más no puedo darle el uso. Es así que he comprado libretas de varios tamaños y calidad, pero ahí están las pobres acumulando el polvo de los meses. A menos de que las llegue a necesitar para tomar nota en alguna clase podrían permanecer el resto de mi vida intactas y olvidadas.
Y el final de esta historia comienza con un block de dibujo que compré hace muchos años, tan guardado que había olvidado que lo tenía, de vez en cuando necesitaba una hoja blanca de ese tamaño y arrancaba una del block, o si alguno de mis sobrinos me la pedía para hacer un dibujo. Hace un mes cuando sólo me quedaban tres hojas, decidí hacer un dibujo, ya era hora de empezar; poco a poco durante tres semanas estuve dibujando y con cada raya que hacía me imaginaba el dibujo terminado, y pensaba me va a salir bien, y continuaba.
El dibujo hoy en día ya está terminado, de hecho estoy pensando en cuál será el siguiente; miro aquel viejo block al que sólo le restan dos hojas y me predispongo a comprar otro, esta vez no porque me gusta comprar papel, sino porque lo necesito. Y pienso, ojalá algún día termine con todas las libretas que tengo pendientes y empiece a comprar por necesidad.