Por: Ioshio Hd
Si la escuchabas tocar atentamente hasta podías escuchar el futuro. Pero no se trataba de un futuro muy lejano, sino una especie de suspiro del futuro, un advenimiento que nacía desde el rincón menos explorado de la existencia por cualquiera de nosotros y que te conmocionaba. Ya que, como todo ser con algo de sentido común, vivimos, generalmente, a la expectativa del mañana y eso exactamente provocaba. Un suspiro del futuro… algo que puede llegar a ser un gran estruendo, si tu vida es un silencioso pasillo.
Y en medio de esa sensación embelesada podía sentir que aun caminábamos juntos por esa ciudad que parece que retienes en tu memoria como un delirio de juventud. Por aquellas calles septembrinas donde se encuentra aún esa pensión llamada “Síncopa de la Costa” y en la que, con movimientos lentos de tus manos, se internó una vez la noche detrás de tu cuerpo intrigado. Y solo mencionaste una alegoría acerca del corazón y del futuro, combinada con una razón para vivir – Mi vida, ¿me quieres? – preguntaste. Y yo ya te quería desde antes; con la cadencia, más certera aun, de que hasta nuestra muerte matizaba ya en la belleza de lo oculto.
Sobre ceremonias recurrentes incluimos los gestos de las sonrisas y entre pasadizos de obras apasionantes teñimos nuestras huellas. Hablaste sobre leyendas de amantes históricos a los que se les podrían componer poderosas y encantadoras melodías; dignas de Orfeo y Eurídice. – Para poder atravesar hasta los más oscuros infiernos de esta y de la otra vida – dijiste entonces. Yo te pedí que compusieras una melodía en ese mismo instante para pretender transportarnos sin movernos del lugar. Me senté junto a ella en la cumbre de unas rocas. – Mientras yo coreo, tú compones una metáfora chiquita. Lo único que importaba era el tono perfecto, la última nota y las metáforas vividas. Más después, como debe sucederles a todos los seres semidivinos, igual que Orfeo, ella se enamoró y volvió a su posición humana, donde el amor es tan efímero que solo sirve para vivirse o para morir, pero no para regresar las almas encerradas en los infiernos a la vida. En ese instante compuse:
Perdurable melodía internada en una metáfora de esta oscuridad… Suspira una vez más. Tu mirada que ha vuelto a ver hacia atrás.