Por Ioshio Hd.
A menudo solíamos hacer, de cualquier lugar, nuestros propios lugares de confesión. Y tender los señuelos, de nuestros propios demonios, observando el pacífico y sentarnos al lado de cada uno mientras el desvelo se nos iba con la marea. Él siempre me decía que era como si en este lugar no pasara nunca nada. Como si nunca imagináramos en el curso de las cosas. Y yo siempre le decía: -¡Espera! Solo espera un poco más. Hasta llegar al momento en que las emociones de nuestros rostros comiencen a delatarnos. Porque podemos esperar hasta que salga el sol.
-Quizá los sueños de los grandes pensadores ya estén despiertos para cuando eso pase, Perla Sónica. -me dijo- ¿Para qué esperar tanto, estás pensando en acumular un gran núcleo del surgimiento de las emociones? -me preguntaba él
-No. Solo en ocasiones, vuelvo a retomar los escenarios que alguna vez nos conmovieron...-le dije.
La última vez que lo vi, estaba sentado en la banca de un parque, cerca de mi casa. Estaba solo ahí; como esos ancianos que se sientan a esperar ver pasar su muerte o como el mariguano que se sienta a ver pasar su vida. Pero él, ni es un anciano, ni estaba drogado en ese momento. O al menos eso me pareció a mí.
Ese día me mostró aquél truco que se hace con un tubo de cartulina. El truco consistía en sostener el tubo enfrente de un ojo y tu mano a un lado del tubo. Al hacerlo, parecía como si tuvieras un agujero en medio de la palma de la mano. -¿Recuerdas este truco? - Me preguntó. Yo le contesté que no. Aunque era mentira. Quería que me contara la primera vez que me lo había enseñado en su casa, mientras ponía un disco de Soda Stereo y preparaba un café. Pero no me lo contó. En lugar de eso nos quedamos en la banca de ese parque hablando de los tropiezos y los caminos y los vacíos; sobre todo de nosotros mismos.
Me parecía igual que una planta. O mejor dicho, igual que un árbol. Como en aquella historia de un árbol que crece en medio del bosque, fuerte y extraño; poco natural. Como un árbol que lleva un sol por dentro y entonces le pregunté: ¿De qué te sirve ser luz si no brillas?
Quizá en este lugar no hay demasiada obscuridad de momento -me respondió cruzándose de brazos y como viendo el vacío. -Las estrellas solo pueden verse cuando está el cielo obscuro. Aunque en realidad puede que ya ni se encuentren ahí al contemplarlas. Luz reciclada, es todo lo que vemos. Así como todo se recicla en el pensamiento. Todo lo que alguna vez viviste, ahí se revive de alguna u otra forma. Recreamos el primer beso y hasta el primer momento de impulsos emergidos de lo más profundo de nuestro cuerpo. Y se va acumulando capa por capa, hasta tomar una nueva forma. Así como se crean las perlas en el fondo de las ostras que viven en lo profundo del obscuro océano. ¿Ya conocías esa historia?
-Ya. - le dije y esta vez decía la verdad -Me has hablado de las emociones siempre que nos vemos.
- Sí, pero no te olvides de los Deseos, Perla Sónica. -dijo y en ese momento volteo para verme de frente - ¿Cómo puedo hablarte de ellos hasta lograr sintonizar los tuyos con los propios desde este momento?
-¡Espera! -dije yo -Solo espera un poco más. Puede que el momento en que las emociones de nuestros rostros comiencen a delatarnos. Necesito saber que somos cómplices para convertir estas dudas en razón. Las preguntas correctas siempre son el factor importante. El cerebro es una máquina de respuestas.